¿Qué es el imperialismo y el colonialismo? El término de imperialismo es de los más imprecisos que existen. Hoy en día se utiliza para describir casi cualquier práctica de dominación. Pero el imperialismo en el siglo XIX era conocido como la expansión en ultramar. Así que estaba muy vinculada a la industrialización y la búsqueda de nuevos mercados.
La metrópoli proporcionaba los recursos militares y económicos para establecer una colonia sobre una potencia menor y esta devolvía materias primas con las que continuar la expansión económica. En la práctica se basaba en el control administrativo de las colonias, la progresiva implantación de sus instituciones y la represión de todo movimiento que pretendiera disputar ese control.
Índice
Colonialismo e imperialismo en el siglo XIX
El concepto de imperialismo es tan antiguo como la formación de los estados. Aunque fueran ciudades-estado. El imperialismo ateniense surgió para mantener el control sobre sus aliados mientras se luchaba contra Persia, en primer lugar, y contra Esparta, más adelante. El imperialismo romano es una expansión territorial, a la que le sucede en el tiempo una administrativa y cultural.
Más adelantes, con las grandes exploraciones europeas, surgirían los imperios coloniales portugués y español, aunque lo que se buscaba en esas colonias fueran riquezas minerales. Estas colonias tendrían una lenta evolución ligada a la economía del Antiguo Régimen. Por lo tanto, escapan al foco de este artículo.
Lo que sí interesa es la formación de imperios coloniales como consecuencia del proceso industrializador. El siglo XIX sería testigo de un progreso económico sin precedentes, y la necesidad de dar salida a los excedentes y adquirir nuevas materias primas llevaría a un nuevo tipo de imperialismo más agresivo.
No por su violencia (que también) sino por el estrecho margen de tiempo en el que se produjo. Entre 1870 y 1914 Gran Bretaña llegaría a controlar una cuarta parte del planeta. Otras potencias europeas también tendrían su parte en este reparto del mundo. De ahí que Eric Hobsbawn estudiara este período bajo el nombre de La Era del Imperio.
¿Cuál es la diferencia entre colonialismo e imperialismo?
El tipo de dominación. El imperialismo es una forma de control amplia y ambigua, que puede ir desde la presión económica y la influencia sobre los líderes de la potencia dominada a un control directo del territorio. En este último caso es cuando se habla de colonialismo.
Entrando en profundidad, el imperialismo en el siglo XIX se basa en impedir que los dominados lleven a cabo políticas que son contrarias a los intereses de la metrópoli. Una idea similar a lo que hoy se entiende como imperialismo. Por otro lado, el colonialismo es la imposición de una forma de gobierno que actúa en favor de la metrópoli. Esto puede hacerse atrayendo a los líderes nativos o imponiendo un gobernador.
Justificación y causas del imperialismo en el siglo XIX
Una de las características del imperialismo es la búsqueda de su justificación. Este deseo expansivo que había sido iniciado por las clases burguesas necesitaba de un amplio apoyo social para llevarse a cabo. Era un proyecto titánico que requería fuerzas militares, una flota capaz de conectar las colonias con la metrópoli, ayuda estatal para asegurar el control y la participación de las clases populares en el proceso occidentalización de las colonias. De modo que, con tantos elementos implicados, se hacía necesario dar atractivo a la expansión colonial.
Exploradores, misioneros y caníbales
En el siglo XIX, África era un mapa en blanco. Las costas eran perfectamente conocidas gracias a las rutas comerciales y los asentamientos costeros históricamente destinados al comercio de esclavos. Sin embargo, el interior continuaba siendo un misterio. Territorio de criaturas como el tuunbaq de los inuit y supersticiones como el vudú africano. Por lo que se hizo necesaria una exploración del continente africano.
He aquí una primera justificación para inmiscuirse en nuevos territorios: la necesidad de explorar. Si bien los Estados fueron esenciales en la conquista de nuevos territorios, a menudo fue la iniciativa privada el motor de los exploraciones. Y las consecuentes adquisiciones territoriales que llevarían al colonialismo.
Muchos de estos exploradores lo hacían por el espíritu aventurero. Pero hubo otros que vieron las posibilidades de la evangelización de África. Al igual que había ocurrido con la América española, se produjo un auge de las misiones religiosas en África.
Livingstone y Rhodes
El más famoso de estos exploradores fue el misionero David Livingstone (1813-1873) que tras varios viajes en privado recibió la bendición del gobierno británico para «abrir un camino al comercio y el cristianismo». Allí encontró las cataratas Victoria (a las que él llamó en honor a su reina) y después se perdió su rastro mientras buscaba el origen del Nilo. Enfermo de disentería sería encontrado por Henry Stanley y su famosa frase: «El Doctor Livingstone, supongo». Pero Stanley no pudo regresar con él pues, demasiado enfermo para viajar, Livingstone moriría en África. Posteriormente sería enterrado con honores en Londres.
Pero el más fascinante de los personajes históricos del imperialismo en el siglo XIX es Cecil Rodes (1853-1902), dueño de la mayor empresa de diamantes de la época y el hombre que se inventó su propio país: Rodesia. Este territorio fue un mandato británico para la construcción del ferrocarril (y un telégrafo) que unió El Cairo con Ciudad del Cabo. De este modo, se conectaban los dos extremos de África bajo la bandera británica.
Supremacía occidental y darwinismo
Uno de los factores a tener en cuenta del imperialismo en el siglo XIX es la creencia de la superioridad cultural europea frente a las naciones incivilizadas. Esto derivaba en dos corrientes de pensamiento. En primer lugar esta el «deber con los inferiores», esto es, la obligación moral de establecer una forma de gobierno civilizada a los salvajes. Difundir la cultura y forma de vida europea entre los que aún no han evolucionado. Esto era el imperialismo cultural.
En segundo lugar estaba el darwinismo. El imperialismo en el siglo XIX se entendía como el triunfo del más adaptado, por lo que los europeos tendieron a menospreciar otras razas y civilizaciones. Y ello llevó a que la expansión colonial fuera vista como una especie de confirmación de esas ideas. La nación con más colonias era la más apta.
Imperialismo como fase superior del capitalismo
Esta frase acuñada por Lenin (1870-1924) apunta a las motivaciones económicas para el origen del imperialismo en el siglo XIX. Y no estaba equivocado. Los excedentes de las fábricas metropolitanas amenazaban con generar un exceso de producción que la población no podía asimilar. La necesidad de buscar nuevos mercados fue un fuerte impulso al proceso colonizador.
El imperialismo en el siglo XIX estuvo marcado por la venta de productos industriales a las colonias a cambio de materias primas. Estas serían transportadas a la metrópoli y de nuevo convertidas en productos industriales. Este rentable ciclo económico llevó a que los intentos de crear una industria indígena (por ejemplo en la India) fueran saboteadas por las autoridades británicas que no deseaban que hubiera competencia. Aquí está claro: el imperialismo en el siglo XIX como fase superior del capitalismo. No dejar que nadie te quite tu cuota de mercado.
Pero no todas las colonias fueron rentables. Algunas de ellas se mantenían por principios militares o de prestigio. Este fue el caso del Marruecos español. Como último resquicio de la época colonial española, se mantuvo en la costosa y sangrienta Guerra de Marruecos a pesar de que los beneficios fueron mínimos, incluso para los empresarios que explotaron los recursos mineros del RIf.
La expansión colonial europea
Se considera el período de 1878 a 1914 el del imperialismo clásico. En esas fechas, el 84% de los territorios del mundo estaban bajo el control de las potencias colonizadoras. Esta multiplicación de colonias llevó a divisiones (como el Reparto de África) y hostilidades (como el Incidente de Fachoda).
El imperialismo británico
La Guerra de la Independencia de Estados Unidos supuso que Inglaterra perdiera las Trece Colonias. Las más lucrativas que hasta ese momento había tenido. Esta derrota supuso la adopción de un nuevo modelo de política imperial británica basada en el control de las rutas marítimas. Inglaterra domina las olas, se decía por aquel entonces. Para ello se ocuparon, adquirieron o compraron enclaves en China y Birmania, a ellos se sumaban posesiones en Gibraltar, Malta y la costa oriental de África.
Fue aquí donde el Imperio británico llegó a controlar una tercera parte del continente africano. De norte a sur se formó una franja de colonias británicas. Principalmente a costa de Francia, que perdió su oportunidad de controlar el Canal de Suez, pero también enfrentándose a los descendientes de los colonos holandeses en las costosas Guerras de los Boers. De este modo se ve que imperialismo y expansión colonial se sirvió de la violencia cuando lo considera necesario.
No obstante, también hubo pueblos africanos que hicieron oposición al colonialismo británico en África. El caso más llamativo es el de los zulúes, que llegaron a derrotar a los británicos y se mantuvieron en rebeldía hasta 1910. Lo cual supuso un desprestigio de Gran Bretaña como potencia imperialista europea.
El imperialismo británico en Asia tuvo su máxima expresión en la India debido a la importancia de la Joya de la Corona. Té, opio y otras materias primas fueron sistemáticamente explotadas. A la vez que servía de mercado para la industria británica. Este territorio se hallaba bajo el control del Parlamento y era gobernado por un virrey. La difusión de las instituciones y cultura de la metrópoli (un elemento esencial en el imperialismo británico) fue un elemento de cohesión para la fragmentación interna en la India.
El colonialismo francés
Los franceses también se sumaron al imperialismo en el siglo XIX. También procedían de una tradición colonial, aunque los territorios fueran perdidos y vendidos en época napoleónica, y, al igual que los británicos, vieron los beneficios de convertirse en una potencia colonial europea.
Su principal zona de acción estuvo en el África mediterránea, donde Argelia, Túnez y Egipto fueron sus principales colonias. Sin embargo, perdieron influencia en esta última a costa de los ingleses. La expansión del imperialismo francés en Asia estaría centrado en Indonesia, donde las disputas con británicos se zanjarían con el mutuo respeto al estado de Siam.
El Reparto de África
La carrera colonial llevó a disputas internacionales. Para evitar conflictos armados, catorce de las principales potencias imperialistas se reunieron para repartir zonas de influencia. El resultado fue la división en líneas rectas que configura el mapa de África hoy en día. Esto es resultado de que se desconociera el potencial económico de esas zonas inexploradas, así que se formuló al condición de que la reclamación territorial debía ir acompañada de la ocupación efectiva.
El reparto de África supuso el envío de ejércitos para asegurar el control del continente africano. Y marca el inicio de una práctica colonial violenta en orden de adquirir el dominio sobre los nativos.
Otras potencias europeas
Con menores territorios pero también presentes estaban Holanda (país de tradición colonial), Italia y Alemania. Esta última llegó tarde a la carrera colonial debido a la política exterior de Bismarck, muy centrada en el continente europeo y contraria al imperialismo por inconveniente. Pero, tras la dimisión del canciller, Alemania iniciaría su aventura colonial a la par que incrementaba su flota. Estos despertarían la hostilidad de Gran Bretaña.
A estos hay que sumar los antiguos imperios español y portugués que iban padeciendo pérdidas territoriales. Pero otros estaban en auge.
Leopoldo de Bélgica y el Congo belga son uno de los episodios más infames del imperialismo en el siglo XIX. Mientras en Europa defendía ideas humanitarias por las que era admirado, las prácticas en el Congo, cuyo caucho y marfil el rey explotaba a titulo particular, no como soberano, se basaban en el trabajo forzoso, esclavitud y ejecuciones como castigo habitual. Los hechos serían conocidos por la opinión pública, la cual se escandalizó y forzó el cese de tales prácticas. Pero estas continuaron hasta que en 1908 Leopoldo de Bélgica se vería obligado a ceder el Congo al Parlamento belga. La situación fue tan atroz que el Congo belga perdura como uno de los mayores crímenes que se haya cometido contra un pueblo.
Imperialismo nipón y americano
El colonialismo fue una práctica principalmente europea. Sin embargo, la rápida industrialización de países ajenos a Europa permitió que ellos también quisieran un pedazo del mundo que se estaba repartiendo. Si bien fueron más tardíos (y couparon porciones de territorio significativamente inferiores), Japón y Estados Unidos se sumaron al imperialismo en el siglo XIX mediante guerras de conquista.
Japón, tras una rápida industrialización de la Era Meiji, se sumó a la iniciativa imperialista a costa de China y Corea. Esto levantaría los recelos de Rusia y llevaría a la guerra ruso-japonesa de 1904. En el caso de Estados Unidos se produjo a costa del imperio colonial español. Cuba y Filipinas se convertirían en adquisiciones americanas tras la guerra de 1898.
¿Cuáles fueron las consecuencias del imperialismo en el siglo XIX?
A menudo sin tener ningún reparo por las civilizaciones colonizadas, las potencias imperialistas impusieron su cultura sobre los nativos. Esto fue especialmente relevante en los territorios bajo mandato inglés, pues el imperialismo británico imponía su lengua e instituciones en los territorios que controlaba.
El colonialismo en China y Asia
Con la dinastía Manchú de capa caída, las principales potencias del imperialismo europeo buscaron la forma de beneficiarse el enorme mercado chino. Gran Bretaña vio de inmediato el negocio en la venta del opio, cuya prohibición por parte del gobierno chino llevó a las Guerras del Opio. La derrota de los asiáticos supuso la masiva entrada de la droga en el país con los consecuentes beneficios para el Imperio británico.
Todavía tendría que sufrir más China debido a la presión de las potencias europeas del siglo XIX sobre sus fronteras. Rusos al norte, holandeses e ingleses al sur. A diferencia de los japoneses, no supieron adaptarse a las ambiciones occidentales y terminaron por debilitarse y perder territorios.
Novelas sobre el imperialismo en el siglo XIX
Estaba claro cuál tenía que ser la primera. La obra de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, es una de las más famosas sobre el imperialismo en África. En ella se narra un viaje remontando el río Congo en busca del misterioso Kurtz. Por el camino el protagonista contemplará los horrores de la práctica colonial y de las costumbres indígenas.
Ya has visto más arriba que la exótica China no escapó a la influencia del imperialismo colonial. Y eso da para una historia sobre la Rebelión de los Bóxer en Los últimos días del Imperio Celeste, de David Yagüe.
Y también quiero recomendar La tierra del viento, de Javier Arias Artacho sobre aquellos que se fueron a los territorios de Ultramar en busca de una vida mejor.
Si te ha gustado este artículo sobre el imperialismo en el siglo XIX tal vez te interese echarle un vistazo a nuestra sección de novelas históricas ambientadas en el siglo XIX. Y si tienes alguna duda sobre el colonialismo y la época colonial te invito a que dejes un comentario. ¡Nos vemos!